Entrevista de Enrique Mendoza para un reportaje sobre Horst Matthai
por Enrique Mendoza y Heriberto Yépez (18 de octubre de 2006).
Entrevista electrónica de Enrique Mendoza para un reportaje suyo sobre Horst Matthai en Zeta (2006). Me pareció una serie de preguntas clave para entender a Matthai, en sí misma, una definición de su obra. Van aquí mis comentarios.
1.- ¿Cómo podrías definir el proyecto de Matthai "Pensar y Ser" plasmado en sus publicaciones?
Pensar y Ser es una obra mental. Esta noción de Matthai la discutimos algunas veces. Él no la había desarrollado, porque el número de ideas es infinito, pero a mí un día se me ocurrió decirle que Pensar y Ser era una obra mental, no era un libro, ni la suma de sus renglones. La primera vez que le dije eso, la tomó a broma, porque Matthai tenía un sentido del humor peculiar, entre infantil e iniciático. Frecuentemente se estaba riendo o afirmando paradojas, extrañamente cómicas. Le daba risa que su obra fuese, sobre todo, un libro intangible. No era puramente escritura. Pensar y Ser era un libro cerebral, una red conceptual, un “sistema”. Cuando le dije esa palabra, “sistema”, no le gustó demasiado, pues Matthai era un crítico de la máquina. Pero proseguimos pensándolo. Teníamos esos diálogos entre clase y clase o en su cubículo. Una de las últimas veces que lo vi, Matthai estaba acostado, ya enfermo, en su casa; me enseñó la revista Time, algo sobre la guerra nuclear, la globalización —de la cual Matthai es pensador crítico, pues la obra de Matthai sólo puede comprenderse en el contexto de la globalización, de la frontera México-Estados Unidos, tercer mundo-capitalismo—y todavía le dije, “Matthai, no se preocupe, su obra va a ser terminada en la mente, en el futuro”. Y es que Matthai, cuando estaba a punto de morir, estaba preocupado de que su proyecto Pensar y Ser no iba a quedar acabado, porque faltaba el volumen sobre los atomistas de Abdera y el volumen sobre Hegel, cierre de la serie.
Poco después, Matthai murió. Hasta el último momento el pensó que iba a sobrevivir. Deseaba escribir sus dos últimos libros. Confieso que lo que más me dolió fue ver su tristeza de no poder terminar sus dos investigaciones restantes. Creo que fue ahí donde aprendí a no dejar para otro momento ningún libro, como tantos escritores hacen. No hay que postergar nada. Todo debe estar siendo hecho AHORA. El Yo sólo puede existir en el Ya.
Matthai dejó cuatro obras publicadas. A su sistema hermenéutico sólo le faltaron estos dos volúmenes, la parte quinta y sexta. Pensar y Ser se trata de 4 libros sobre filosofía pre-socrática, dos libros imaginarios y un libro privado, un libro mental: el conocimiento que el lector de los cuatro libros publicados y los dos libros imaginarios produce en cada mente. Eso es Pensar y Ser, un libro posible, hecho de libros reales y libros imaginarios. Es una obra que es Pensar y es Ser. Sobre todo, pensar.
La obra de Matthai es una indagación de cómo se produce la realidad. Matthai era un filósofo alemán que llegó a Tijuana de la Ciudad de México, donde estudió en la UNAM. Era un anarquista alemán. Nació en Hannover, en 1912. Había huido de Alemania en los años treinta. No quería ser enviado a la guerra, como su hermano, muerto en el frente. Matthai, como un Artaud más sabio, huyó. Por su trabajo, viajó a México y ya aquí, me contaba, decidió no volver jamás a la “gris Europa”. Le gustó el clima, el caos mexicano. Aprendió español y se quedó. Quiso indagar el gran secreto que ningún otro europeo había atrapado, el conocimiento sobre la realidad del espacio y, sobre todo, el tiempo, entre las antiguas culturas indígenas y cómo ese conocimiento coincidía con el de la filosofía presocrática.
Curiosamente, fueron refugiados españoles, como José Gaos, Joaquín Xirau, Wenceslao Roces, García Bacca, los que lo introdujeron al pensamiento alemán y griego, qué paradójico, ¿no? Matthai perteneció a la misma generación, a las mismas aulas en que se formaron Carlos Monsiváis —que estudió filosofía—, Emilio Uranga, Leopoldo Zea. Ellos buscaban definir lo mexicano. Matthai estaba en otro canal. Pero quedó infectado de esa corriente, además, de los que comenzaban más claramente a estudiar el pensamiento indígena en la UNAM. Propiamente ahí aprendió filosofía. Aquí la hizo. Matthai es el primer filósofo europeo hecho en México.
Antes de Matthai, los presocráticos eran considerados, debido a los juicios de Aristóteles, meros precursores, físicos especulativos. Pero Matthai deja claro que los presocráticos tenían una visión del mundo más profunda que sus sucesores. Sus ideas coinciden con la sabiduría oriental y la indígena. Matthai estudió a los presocráticos porque se dio cuenta que ellos coincidían en su metafísica con el conocimiento sagrado prehispánico. Lo griego arcaico coincidía con la “Piedra” mexicana.
2.- ¿Podrías resumir las tesis postuladas en las cuatro publicaciones de Matthai?
a) La teoría parmenídea del pensar (1990)
Se trata de una interpretación sobre el poema de Parménides, que es un texto fragmentario griego antiguo, sobre qué es pensar, qué es “Ser” y una serie de conceptos, desde la “Noche” hasta el “Ahora”, concepto pilar de la obra de Matthai. Matthai pertenece a una estirpe de pensadores alemanes, entre ellos, Hegel, Nietzsche, Dilthey, Heidegger —inclusive académicamente Jaeger—, que han reinterpretado a los presocráticos, o repensado el mundo griego, de un modo y otro, y han hallado una clave de vuelta a un sentido perdido en Occidente, en la Modernidad, tanto en la Ciencia como en el hombre de todos los días. No olvidemos que la filosofía, la poesía, el pensamiento, en general, se trata de nosotros, no de conceptos en sí mismos, como se cree en las universidades y los libros, mayormente. ¿Qué es el tiempo? Es la gran pregunta de Matthai, como antes fue la de Heidegger y Borges. En su primer obra, La teoría parmenídea del pensar, Matthai indaga qué pensó este griego, cómo explicaba la aparición de lo real y qué hay debajo del mundo vuelto imagen, vuelto objeto, vuelto espacio y temporalidad. Es la obra más breve de Matthai, quizá por ser la primera, quizá por lo breve del texto parmenídeo, y es una obra fascinante, es una crítica al hombre actual, francamente creo que es su obra más tijuanense, porque fue aquí donde Matthai escribió. Antes de llegar a Tijuana estudió griego y sánscrito. (Matthai dominaba cinco o seis lenguas). Vivió en montañas de Puebla, según recuerdo, estudió filosofía en la UNAM, enseñó, levantó un negocio de cría de pollos, había invertido en la industria textil, leía furiosamente la historia de la filosofía, anotaba, vivía en su totalidad, y cuando López Portillo dio su célebre informe sexenal, en 1982, Matthai dijo “Ya no aguanto esta ciudad, es asquerosa” y buscó el lugar más alejado de la Ciudad de México y se dio cuenta que era Tijuana, el más septentrional, y viajó y comenzó a dar clases aquí, y lo que había reunido de su fortuna le sirvió para vivir —pues nadie puede sostenerse económicamente solamente de dar clases en una universidad mexicana— y aquí, en Tijuana, comenzó a escribir más sistemáticamente, a darle forma final a sus anotaciones de varias décadas. Y así nació La teoría parmenídea del pensar, publicada por la UABC en 1990, como sabes, que constituye la cuarta parte de su serie Pensar y Ser.
b) La Escuela de Mileto (1994)
La Escuela de Mileto apareció cuatro años después, porque es una obra que se ocupa de descifrar el significado de las ideas de los llamados Siete Sabios (Bias, Cléobulo, Sólon de Atenas, el espartano Quilón, Tales de Mileto, Periandro y Pitaco) y a Anaximandro y Anaxímenes, de Mileto, y a otros pensadores como Ferécides y Protágoras. Matthai era un exégeta de la antigua Grecia. ¿Qué querían decir estos pensadores por “voluntad”, “medida”, “mundo”? ¿Qué es el “Tiempo Primordial”? Esta es una de las grandes preguntas de Matthai. Creo que solamente Heidegger y, a veces, Giorgio Colli, coinciden en visión sobre lo presocrático, con Matthai, que está convencido de que los presocráticos discutían el gran secreto. La Escuela de Mileto se trata del amanecer de este secreto. La hermenéutica metafísica de Matthai arranca de este punto: tomando en cuenta que somos occidentales o algo semejante, ¿qué pensaron los primeros de nosotros, los primeros “occidentales”, los griegos? Y lo que Matthai re-descubrió es que los presocráticos sabían que el hombre se había degradado. Había que recordarle cuál ha sido su mayor significado. La filosofía es una memoria abstracta. Lo que esta memoria quiere recordarnos es que, alguna vez, fuimos Todo.
En este libro, Matthai comienza a demostrar que entre los presocráticos existe una unidad de reflexión. Todos ellos son variantes de una cosmovisión específica de la antigua Grecia, lo que Matthai denomina la “teoría de los infinitos mundos”. Estos griegos postulaban que la realidad es múltiple, que no existe un tiempo, sino infinitos tiempos simultáneos. Toda la obra de Matthai se trata de esta teoría, de cómo pensaron al tiempo los presocráticos y de cómo él mismo lo define. Matthai es un pensador de la policronía.
c) Ensayo de una fenomenología metafísica (1995)
Matthai puede ser entendido de dos maneras: como un intérprete de la filosofía griega arcaica y como un filósofo en sí mismo. El Ensayo es su libro de teoría. Su propia exploración. Los otros libros son sus libros de interpretación, aunque en todos está su postura personal, que él fundamentó mediante sus investigaciones hermenéuticas. El Ensayo se trata de la primera parte de Pensar y Ser. Una vez le pregunté a Matthai qué pensaba de este libro y me dijo: “Los mexicanos saben varias cosas. No muchas, algunas —decía riéndose— y una de las que saben es que la ‘tercera es la vencida’”. El Ensayo fue su tercera obra, la de 1995. En un curso de metafísica que llevé con él explicaba qué significaba el Ensayo. Una vez, ya que entré en confianza con él, le dije: “Oiga, Matthai, ¿no cree que usted está abusando, no se ha puesto a pensar —le dije irónicamente— que deberíamos leer a Kant o a Wittgenstein en esta clase?” y se rió —se reía siempre agachándose, colocando el puño derecho en su boca, como una calaca germana tosiendo— y dijo: “No”.
Este libro es la base de su obra. Es un libro abstracto, en forma de diálogo, decía él, “para facilitarlo”, pero, obviamente, es su obra más difícil. Matthai era tragicómico. Era un hombre simpático, bonachón, duro, muy duro, de su boca salían unas cosas que ponían a temblar a la gente, durísimas, pero dichas con amor, con certeza. Según yo, Matthai, ante todo, era un psicólogo del tiempo.
Te lo confesaré. A pocos hombres amo, a pocos hombres les entrego mi corazón, y no te lo digo homosexualmente, te lo digo con mayor profundidad, con raíz. Yo amé a Matthai. Él me enseñó algo inolvidable: “El camino a seguir es el que tú inauguras”. Es un europeo, es cierto, pero es uno de los fundadores del pensamiento fronterizo. Matthai es cómo el pensamiento europeo fue modificado por México. La más profunda filosofía en diálogo existencial con el pensamiento mexicano, con la piedra más sabia y, a la vez, la más degradada, la piedra-gastada. Aunque escribió poco sobre el pensamiento indígena, era claro que se trataba de una de sus mayores influencias. Siempre lo decía.
En el Ensayo Matthai desarrolla su teoría acerca de qué es el individuo y él dice que el individuo es el Tiempo. Desde su postura, define qué es la realidad. ¡Vaya pregunta! A Matthai se le pueden reprochar algunas cosas, pero no, no tratarse de un arrojado. Él dijo: puedo entenderlo Todo. Mis respetos. Coincido con él, si alguien no está dispuesto a entenderlo Todo, no vivirá nada.
Así que en este libro, Matthai se propone la más ambiciosas de las tareas, de los absurdos: definir cómo aparece el mundo. Vaya locura, ¿no?
Una vez le dije: “Matthai, no se haga, usted está queriendo provocar una revuelta contra Estados Unidos”, y me dijo: “Bueno, eso podría ser un inicio, pero nada más eso, un inicio”. Lo que Matthai propone, en lo político, es derrocar al Estado. Pero esa es sóla la punta del iceberg. Su teoría es compleja. Además, Matthai tenía una filosofía exotérica, sus libros, y otra secreta.
El Ensayo es su teoría de qué es el tiempo, qué es el individuo.
d) Heráclito, el obscuro (1997)
El último libro de Matthai. Es un estudio muy minucioso sobre los conceptos “Todo”, “Sueño”, “Fuego”, “Tiempo”, “Guerra”, etcétera, en los fragmentos de Heráclito. Fue publicado dos años antes de su muerte, que ocurrió en la última semana de 1999, como buen hombre del siglo XX, Matthai murió con su siglo, quiso pertenecerle. Algunos dicen que Heráclito, el oscuro, es el mejor libro de Matthai. Podría ser, depende de qué punto de vista utilices, pero la idea de que es su mejor libro sugiere, al menos, que se trata de una de sus obras más importantes. Heráclito no puede ser estudiado actualmente sin que se estudie la forma en que Matthai lo interpretó. Es su libro más extenso. Para Matthai, Heráclito es más profundo que Parménides, lo cual es toda una postura, un desafío a la historia de la filosofía. A Matthai hay que leerlo entre líneas, además, de leerlo línea a línea. En su escritura no hay línea sobrante. Cada parte de sus libros está escrita en excelente español, lo cual Olson, Artaud, Lawrence, Burroughs, Kerouac, ni siquiera soñaron. En este libro, Matthai teje toda una nueva interpretación de Heráclito, discutiendo los aciertos y errores de toda la escuela hermenéutica acerca de los presocráticos y Heráclito. Los libros de Matthai están llenos de citas. Cada uno fue una investigación asombrosa, minuciosa, lenta. Y, al mismo tiempo, son lo menos académico que puede haber. Son libros extraños. Según yo, lo que no comprendieron Artaud u Olson al venir a México, lo comprendió Matthai. Pero Matthai, además, a final de cuentas, quiso redimir a Occidente, probar que Occidente alguna vez supo tanto como Oriente y las culturas indígenas. La sabiduría occidental está en los presocráticos. Pero en los libros de filosofía, a los presocráticos se les interpreta de forma realmente babosa.
Matthai era persistente. La clave para él era volver a nuestros orígenes históricos, a nuestra propia memoria, aunque, al final, Matthai es una crítica tremenda contra la memoria, según yo veo su pensamiento. Creo que serán otros los que definan de qué se tratan los libros de Matthai. Es una obra complicada. Un atrevimiento muy cabrón. Para entenderlo, hay que dedicarle tiempo. Hay que gozar lo desconocido. Hay que retar todos nuestros entendidos. Estar dispuestos a perderlo todo en un instante.
3.- ¿Cuál era el interés de Matthai de tratar en sus obras a filósofos presocráticos cuando tradicionalmente se ha postulado que la cumbre de la filosofía griega fueron Sócrates, Platón y Aristóteles?
Sócrates, Platón y Aristóteles son la decadencia. A Occidente le gusta elegir líderes mediocres. Por eso eligió a Sócrates, Platón y Aristóteles como sus líderes filosóficos. Se trata de una afirmación dura. Y cierta. Los griegos eran una cultura en declive. Estamos acostumbrados a considerarlos una cultura joven, infantil, una cultura-origen, pero esta apreciación es inexacta. Los griegos eran una cultura moribunda. Para la época de Sócrates, los griegos ya no sabían algunas cosas que supieron antes, habían caído en una vejez vergonzosa. No tenían ya, consigo, la aceptación de qué es lo real. Habían huido de la verdad, justo como nosotros. Por eso nos fascinan: somos semejantes. Ellos no son la cumbre. Son su barranco. Y estos tres pensadores lo vivieron de manera espectacular. Crearon imágenes acerca de Grecia que son sublimes, apasionadas. Justamente porque son la noche de Grecia, son la despedida, ellos tres son memorables agónicos. Pero los más sabios sucedieron antes. Ellos tres son los últimos jóvenes, los primeros “viejos”.
4.- ¿Cuál consideras haya sido la aportación más importante de Matthai a la filosofía?
Quizá su reinterpretación radical de los presocráticos. O su versión personal de la teoría de los infinitos mundos. O quizá, sencillamente, haber tomado una postura que hace siglos no se tomaba en la filosofía: la vuelta a la metafísica.
Todos los filósofos modernos, desde Descartes hasta el propio Heidegger, huyeron de lo metafísico, como sucede hasta la fecha. La antimetafísica es ya un dogma. Los posmodernistas no rompieron con esta premisa, al contrario, la endurecieron. Pero Matthai tiene un concepto original acerca de la metafísica.
Este es uno de los términos más gastados. Uno de los más incomprendidos, probablemente el concepto más insultado. Tanto por los medios, donde “metafísica” significa “ocultismo” o motivación-personal-New-Age, y, por otro lado, dentro de la filosofía académica, “metafísica” significa “pasado”, irracionalismo abstracto, precisamente aquello que hay que “superar”, en beneficio de la Razón, en beneficio de la Ciencia, en beneficio del Sentido Común Capitalista. Matthai, en cambio, se autodenominaba un metafísico.
Desde lo que él denominaba “metafísica” Matthai buscó probar que cada uno de nosotros es su propio tiempo, que no hay manera de penetrar al otro. Él nunca dijo la palabra “otredad” pero lo que Matthai pudiera estar afirmando es que la otredad es inviolable. La alcoba no puede ser atravesada. Todo es espejo. Somos un gran camino hacia el punto-de-explosión. Llegaremos a nuestro propio orgasmo de disolución. Un fin y un principio simultáneos.
5.- ¿Cuál consideras es la importancia de Matthai en la Escuela de Humanidades de Tijuana?
Ahí no se han dado cuenta de Matthai. En las prisas de una universidad, no hay forma de detenerse a pensar. En las universidades, pensar es esporádico. Lo más relevante es la burocracia. El papeleo. Las luchas de poder. No hay forma de que en esa dimensión de la realidad haya espacio-tiempo para la profundidad, el peligro. A Matthai le iba bien. No se quejaba. Vivía de sí mismo, no esperaba nada de los demás, se sabía amo de su mundo. A mucha gente, que, a veces, ni siquiera lo había leído o escuchado, Matthai le daba miedo. El pensamiento de Matthai es subversivo. Solicita el fin de este orden político, psicológico, sexual, laboral, familiar, individual, la llamada a que no continúe, debido a su estupidez, a su olvido esencial. Por otra parte, como casi nadie entiende realmente filosofía en las universidades, a Matthai lo dejaron en paz. No se dieron cuenta de qué era lo que estaba investigando. Él me decía que su trabajo en la UABC era ideal, porque nadie lo entendía. No lo reconocían debidamente, es cierto. Pero tampoco lo molestaban y, entonces, pudo hacer lo que quiso: infectar a otros de sus ideas y métodos de interpretación; escribir sus libros.
Por otro lado, Tijuana influyó en Matthai bastante. No es casual que aquí fue donde comenzó a publicar. En la Ciudad de México, difícilmente había lugar para sus ideas, contrarias a las corrientas marxistas, colectivistas y positivistas, fundadas en el llamado giro lingüístico. Matthai eligió el lugar ideal para un anarquista metafísico como él, pues en Tijuana, desde Flores Magón, inclusive desde los grupos indígenas, pasando por la psique colectiva, siempre deseosa de independizarse del resto del país, en la región tenemos un pensamiento más bien anarco. Somos tribales. Y a Matthai ese espíritu tribal, individualista, separatista, le vino bien. Se sintió en casa. Los intelectuales tijuanenses nos distinguimos por la pasión que tenemos por la ciudad. Por ser bárbaros periféricos: felices de ser islas. Tijuana es un archipiélago de autofiestas.
Matthai es parte de esta periferia apasionada. Como Crosthwaite o Saavedra, Matthai idolatraba a Tijuana. Para él, Tijuana era una ciudad que vivía dentro de su propio tiempo. Pero hay que tener cuidado, porque todo lo que se refiere a Tijuana, lo quieren encasillar cómo manifestación etnográfica de esta cultura. Matthai rebasa, con mucho, al contexto de Tijuana. Matthai si es que pertenece a algo, es a la historia de la filosofía contemporánea.
6.- ¿Cuál ha sido la influencia de Matthai en los filósofos actuales?
La influencia de Matthai apenas inicia. Creo que he sido el primero en estudiarlo más sistemáticamente, pero ya hay otros que están analizando sus tesis, cuestionándolas, difundiéndolas. Es un legado del instante final del siglo XX. No dejó influencia directa. No hay discípulos de Matthai. Creo que soy la persona que intelectualmente estuvo más cerca de él. Estoy de acuerdo con él. Pero no me considero su heredero o discípulo o nada por el estilo. Antes era su alumno, luego fui su amigo, ahora soy su lector. No hay forma de estar de acuerdo con nadie. Somos totalmente originales. No hay deuda. Cada uno: en sí mismo. No hay relación. La otredad, nunca la alcanzaré. Soy todo lo que existe. Pertenezco a este mundo, el mío. Virginia Woolf era timorata: pedía un pinche cuarto propio. Yo lo que pido es todo un mundo. Y ya no lo pido: lo tengo. Cada pensador procesa la verdad de forma corporal, el límite es la vida, la muerte dentro de ella. No puede haber escuela. Lo que Matthai dejó fueron varios libros. Muchas ideas suyas. Un método de trabajo. Un ejemplo radical. Me da lástima la gente que va a las universidades y toma clases con profesores que se la pasan hablando del pensamiento de otros, algo tan absurdo como creer que uno tiene sexo porque habla del sexo que tienen otros. Matthai hacía libros. No era un simple hablador. Matthai construía. Los conceptos que utiliza los hizo él mismo. Ese será su influjo en la filosofía: haberle agregado conceptos. Haber retado sus hegemonías.
7.- ¿Cuál es la importancia de la obra oral que rescataste en distintos seminarios y conferencias, en comparación con su obra escrita?
Es una obra colateral. Después de entender que Matthai era más que un profesor extranjero de la UABC, decidí faltar a otras clases y meterme a las clases de Matthai para tener una perspectiva más amplia de su pensamiento, siguiéndolo tanto en sus libros como en sus performances orales. Mi tesis de licenciatura es un análisis sobre sus libros. Matthai era un profesor fuera de lo común. Imagínate a un anciano flaco, alemán, enjuto, de mirada retadora, atento de todo lo femenino, dueño del escenario, dando clases de filosofía, lentas, lentísimas clases de filosofía. Bueno, eso era Matthai. Tenía 21 o 22 años, probaba varias drogas en ese momento de mi vida, trabajaba en Verbatim, una maquila frente a la universidad, estaba harto de esa vida, y luego, las clases de Matthai, coincidían con el mensaje de la maquinaria: ESTO DEBE TERMINAR.
Comencé a anotar frases que decía. Y eran buenas. Síntesis de su pensamiento. Y fui juntando unas, otras. Y muchas páginas se me perdieron. La mayoría. Me da risa decirlo, pero es cierto: la mayoría de las anotaciones que hice de sus cursos se me perdieron una noche en playas de Tijuana. Una amiga me pidió que le leyera todo eso que yo presumía que había anotado en las clases de Matthai, y como la amiga era guapa y de buen cuerpo y de moral relajada, acepté, llevé los papelitos en que anotaba lo que escuchaba en sus clases y la noche continuó, la cerveza, el faje bajo la luna, los helicópteros gringos, y cuando, en la mañana siguiente, desperté, la mayoría de aquellos papelitos en que yo había anotado a Matthai se los había llevado el viento o el mar, mientras yo, desparrunzado, roncaba mi post coitum triste. El libro que Verdehalago publicará pronto, los Apotegmas de Matthai está compuesto de las pocas anotaciones que mi vida logró reciclar de su oralidad.
8.- Es evidente que en los aforismos de Matthai resalta mucho la individualidad por encima de la sociedad. ¿Es esta postura una de las bases de la filosofía de Matthai?
La única realidad es la pertenencia a mi propio mundo. “Individuo” significa: indivisible. Somos indivisibles del mundo. Somos indivisibles del universo. Aquello que veo ahí, soy yo. A Matthai le gustaba una observación del Contrato de Rousseau: cuando la sociedad frene la sobreviviencia del individuo, el Contrato Social queda abolido. Rousseau + Stirner. Hay que romper con las reglas de la sociedad, es decir, sus miedos, sus muros, para poder gozar. La vida es danza. La sociedad es una ilusión que mantengo para no hacerme responsable de mí mismo. La obra de Matthai es una defensa del Yo como única realidad. Todo lo que llamamos “mundo” es un yo no asumido.
9.- Como profesor pionero en cuanto a filosofía, ¿consideras que Matthai definió el rumbo de la filosofía metafísica por encima de la filosofía marxista, materialista, en la UABC?
No hay forma de estar encima de nada. Todo lo que hay está adentro. En la actualidad hay pensamiento marxista, judeocristiano, positivista, pragmatista, en la UABC. La universidad tiene diversidad ideológica. Lo que sí definió es que la filosofía es algo, a la vez, tremendamente teórico y descomunalmente vivencial. Cuando pienso en Matthai, en sus últimos días, cuando ya estaba muriéndose en el hospital, lo veo entrando en la muerte, veo a ese anciano flaco avanzar en el túnel, con una luz encendida en la mano, la luz de la filosofía radical entrando en lo obscuro, un anciano extático, iluminado. He conocido unos pocos hombres sabios. La mayoría de ellos, chamanes indígenas. Matthai, me disculparán sus egos, pero Matthai era un tipo que era un sabio, al modo de los sabios antiguos. Estaba situado entre la locura y la lucidez. Fue mi maestro, pero, sobre todo, ha sido uno de mis mejores amigos. Cuando nos despedimos, me dijo otro de sus chistes: “haga pedazos mis libros y cuando haga los suyos, mándemelos por correo a mi nuevo domicilio en el otro mundo”. A alguien que se despide de ti para siempre de ese modo, ¿qué puede decírsele?
10.- ¿Cuál consideras que sea la importancia de la reedición que hará la editorial Verdehalago de la obra de Horst Matthai?
Otros, fuera de estas tierras criminales, leerán su pensamiento. Lo que sigue es el tsunami.
Origen: http://heriberto-yepez.blogspot.com/2006/10/sobre-matthai_18.html